Tiene 28 años y vistió la misma camiseta toda su vida. Como los cracks de antes. Como Bochini, Alonso o Rattín. Sin la majestuosidad de los grandes clubes pero con el mismo amor por los colores y un gran sentido de pertenencia. José Lobillo juega en el Divisoria Central desde que era un niño. Y nunca se movió de ahí.
«Llegué al club siendo muy pequeño. Mi viejo fue presidente desde antes que yo naciera. Arranqué en inferiores y ahí empezó todo», contó el delantero en diálogo con La Excusa Deportiva.
Siendo un adolescente tuvo su gran debut en Primera cuando tenía 15 años, por una jugada casual del destino. «Fue en 2009, ese partido entré de titular porque el nueve titular llegó tarde», contó.
«El torneo anterior jugué muy bien en cuarta, hice varios goles y por eso me llevaron a Primera. No recuerdo bien el rival de esa tarde, pero creo que fue Maurín de Caucete», añadió el delantero del Borussia, fanático también de Boca y, como no podía ser de otra forma, de Martín Palermo.
Si bien su paso por el fútbol le ha dado cientos de satisfacciones, hay un error que todavía lamenta. «Estuve un año suspendido sin poder jugar. Discutí con el árbitro, nos insultamos. A él le dieron 6 meses…», relató.
Al momento de definirse como futbolista, asegura tener buen pie sin dejar de lado su costado rústico. «Salí campeón de la B en el 2014 y subcampeón de la Copa de Campeones en 2019», dijo Lobillo recordando la final frente a San Martín, en la que los de Rodeo ganaron 2 a 1.
«Este deporte me da muchas alegrías, sobre todo cuando ganás. También amigos, compañeros, conocés muchos rivales, te da experiencia», concluyó.